martes, 31 de marzo de 2009

GAUCHO



He allí el nombre del hijo dilecto
de la Pampa Inmensa y del Cielo Eterno
que en las horas de peligro y temor,
en que los corazones de tantos el miedo residió,
olvidándose de sí, concurrió al llamado de su Madre hermosa,
sin importarle la majestad ni la soberbia del enemigo.

He allí el nombre del hombre que nunca conoció de amos,
que tan solo ante Dios era capaz de doblar la cerviz,
motejado por los civilizados de salvaje, bárbaro, matrero.
Pero fueron sus brazos los que habían hecho la Independencia,
y con un poco de yerba mate, carne asada, un poncho y un facón,
sea en Salta, o en Santos Lugares, con igual porfía la defendió.

Su sangre sagrada con tanta generosidad regó esta tierra,
y bajo el Sol intenso de la Federación, floreció la Libertad
fuerte y briosa, como el rocío que la nutrió.
En cada página que hizo en la historia de nuestra Patria,
se vislumbra que de Pelayo heredo el orgullo, y del Inca la templanza.
Cargaban fervorosos a abrazar la muerte si la Victoria no era posible,
pues todo era soportable para ellos, menos cargar un yugo.

A pesar de toda la oscuridad tejida con tesón,
una existencia tan luminosa fue imposible de ocultar,
y allí esta aun esa bendita palabra, como sinónimo de bondad,
hombría, lealtad y fortaleza, o sea, de Argentinidad.
Imposible sería rememorar la gloria que los cubrió,
mas estas líneas pretenden ser portadoras de la Verdad,
y por ello, bien vale decir, que ni los fortines pudieron con ellos,
¡Habría que ser ciego para no verlos marchar aquel 17!
Y cuando la artillería derramaba su lluvia mortal,
en aquellas jornadas de Prado del Ganso,
¡Quién no los escucho arengando altaneros!

Mientras haya un argentino en esta tierra
que pueda gritar sincero ¡Viva la Patria!,
el Gaucho seguirá, porfiado, existiendo.

martes, 24 de marzo de 2009

¿Cuándo nace la idea de Federación?

El surgimiento del Federalismo de cuño criollo tiene por artífice indiscutible al Protector de los Pueblos Libres, el gran José Gervasio Artigas. Aunque la idea, si bien bastante restringida en sus alcances, es un tanto anterior a la obra genesiaca del Caudillo Oriental; si observamos el desarrollo de la Revolución del 14 y de Mayo de 1811 en Asunción del Paraguay, allí encontraremos las muestras de una autonomía provincial bastante desarrollada, desde los mismos inicios del proceso.
Los recuerdos de la represión de la sublevación comunera por parte de los porteños, y la libre introducción de productos manufacturados autorizada desde 1809 que perjudicaban enormemente las industrias autóctonas, fueron factores determinantes, aunque el primero principalmente en la psique colectiva y el segundo en las proyecciones de los nuevos gobernantes, para mantener una conducta vigilante ante la autoridad que sustituyo la del Virrey.
La primera mención de la palabra Federación, aun sin los ribetes sagrados que adquiriría posteriormente al convertirse en sinónimo de Libertad, la encontramos en el Tratado del 12 de Octubre de 1811, celebrado entre la Junta de Asunción, y los representantes de la Junta de Buenos Aires, don Manuel Belgrano y don Vicente Echeverría. Mas precisamente en el Art. 5 de este Tratado, se vislumbran las características que serán inherentes al sistema Federal implantado en las Provincias del Sur, primero por Artigas, y luego por el ilustre Don Juan Manuel de Rosas. Aunque la palabra “Independencia”, debe ser entendida como independencia de un gobierno con respecto al otro, esto es, la Autonomía.
La idea de la Federación empieza a gestarse desde los mismos albores del proceso independentista americano, como respuesta a los anhelos de autentica libertad de cada uno de los pueblos que formaron parte de los dominios españoles. Y para comprender mejor el significado de la Confederación Argentina, nada mejor que reproducir íntegramente el primer instrumento donde los rayos de la alborada federal son visibles.

Tratado de Límites entre las Juntas Gubernativas de Buenos Aires y del Paraguay
12 de octubre de 1811

La Junta Superior Gubernativa de esta Provincia a todos sus habitantes

Si el buen éxito de nuestros primeros sacrificios, cuando dirigimos nuestros pasos a la mansión deliciosa de la Libertad, es bastante motivo de gloria y satisfacción; éste debe crecer a medida que se alienta nuestra esperanza con la proporción para nuevas empresas. Parece que una especial Providencia nos ha favorecido hasta aquí en todas resoluciones; y si en los sucesos pasados podemos fundar alguna conjetura de los futuros; bien podemos decir que ya no estamos distantes de ver el colmo de nuestra felicidad. La revolución gloriosa con que recobramos nuestra dignidad primitiva haciéndonos superiores a los peligros y obstáculos, que intentó oponer el despotismo: excitará siempre la más tierna memoria y placer aún en las almas menos sensibles; pero ciertamente no podrá hacer menos el recuerdo de nuestra feliz unión y reconciliación con la insigne Ciudad y Provincia de Buenos Aires. Ya con otro bando se manifestó al público este grande acontecimiento digno de los mayores aplausos por todas sus circunstancias. Reconocida nuestra independencia, aún restaba concordar sobre otros puntos menos esenciales a la verdad, pero de no poca importancia y consideración por sus consecuencias. Esta negociación se ha terminado felizmente a nuestra entera satisfacción, y la Excelentísima Junta de Buenos Aires por medio de sus ilustres Representantes enviados a esta Ciudad acaba de darnos en esta conclusión una nueva prueba y la más brillante de la rectitud de sus determinaciones y de las ideas benéficas y liberales de que se halla poseído con respecto a esta Provincia. El Gobierno que por la obligación que le impone su ministerio ha tomado siempre el mayor interés no sólo en sostener los justos derechos de la Provincia, más también en todo cuanto concierne a la prosperidad común y particular de todos sus moradores, tiene hoy la mayor complacencia en comunicar al público este último tratado arreglado y concluido en la forma siguiente:
Los infrascriptos Presidente y Vocales de la Junta de esta Ciudad de la Asunción del Paraguay, y los Representantes de la Excma. Junta establecida en Buenos Aires, y asociada de Diputados del Río de la Plata, habiendo sido enviados con plenos poderes con el objeto de acordar las providencias convenientes a la unión y común felicidad de ambas Provincias y demás confederadas, y a consolidar el sistema de nuestra regeneración política, teniendo al mismo tiempo presentes las comunicaciones hechas por parte de esta Provincia del Paraguay en veinte de Julio último a la citada Exma. Junta, y las ideas benéficas y liberales, que animan a esta conducida siempre de sus constantes principios de Justicia, de equidad, y de igualdad, manifestados en su contestación oficial de veinte y ocho de Agosto siguiente: hemos convenido y concordado después de una detenida reflexión en los artículo siguientes:
Artículo 1°. Hallándose esta Provincia del Paraguay en urgente necesidad de auxilios para mantener una fuerza efectiva y respetable para su seguridad, y para poder rechazar, y hacer frente a las maquinaciones de todo enemigo interior, o exterior de nuestro sistema: Convenimos unánimemente en que el Tabaco de Real Hacienda existente en esta misma provincia se venda de cuenta de ella y sus productos se inviertan en aquel sagrado objeto, y otro de su analogía al prudente arbitrio de la propia Junta de esta Ciudad de la Asunción, quedando como efectivamente queda extinguido el estanco de esta especie y consiguientemente de libre comercio para lo sucesivo.
Artículo 2°. Que así mismo el peso de Cisa y Arbitrio que anteriormente se pagaba en la Ciudad de Buenos Aires por cada tercio de yerba que se extraía de esta Provincia del Paraguay, se cobre en adelante en esta misma Ciudad de la Asunción con aplicación precisa a los mismos objetos indicados; y para que esta determinación tenga en adelante el debido efecto se harán oportunamente las prevenciones convenientes, en la inteligencia de que sin perjuicio de los derechos de esta Provincia del Paraguay, podrá para los mismos fines establecerse por la Excma. Junta algún moderado impuesto a la introducción de sus frutos en Buenos Aires siempre que una urgente necesidad lo exija.
Artículo 3°. Considerando que a más de ser regular y justo que el derecho de Alcabalas se satisfaga en el lugar de la venta donde se adeuda: no se cobra en esta Provincia Alcabala alguna del expendio que en la de Buenos Aires ha de hacerse de los efectos o frutos que se exportasen de esta de la Asunción. Tampoco en lo sucesivo se cobrará anticipadamente Alcabala alguna en dicha Ciudad de Buenos Aires, y demás de su comprehensión por razón de las ventas que en esta del Paraguay deben efectuarse de cualesquiera efectos que se conducen o se remiten a ella, entendiéndose con la calidad de que sin perjuicio de los derechos de esta Provincia podrá arreglarse este punto en el Congreso.
Artículo 4°. A fin de precaver en cuanto sea posible toda desavenencia entre los Moradores de una y otra Provincia con motivo de la diferencia ocurrida sobre la pertenencia del Partido nombrado de Pedro González que se halla situado en esta banda del Paraná: continuará por ahora en la misma forma que actualmente se halla, en cuya virtud se encargará al Cura de las Ensenadas de la Ciudad de Corrientes no haga novedad alguna, ni se ingiera en lo espiritual de dicho partido, en la inteligencia de que en Buenos Aires se acordará con el Ilmo. Señor Obispo lo conveniente al cumplimiento de esta disposición interina, hasta tanto que con más conocimiento se establezca en el Congreso General la demarcación fija de de ambas provincias hacia ese costado, debiendo en lo demás quedar también por ahora los límites de esta Provincia del Paraguay, en la forma en que actualmente se hallan, encargándose consiguientemente su Gobierno de custodiar el Departamento de Candelaria.
Artículo 5°. Por consecuencia de la Independencia en que queda esta Provincia del Paraguay de la de Buenos Aires conforme a lo convenido en la citada contestación oficial del 28 de agosto último: Tampoco la mencionada Exma. Junta pondrá reparo en el cumplimiento y ejecución de las demás deliberaciones tomadas por esta del Paraguay en Junta General conforme a las Declaraciones del presente Tratado. Y bajo de estos artículos deseando ambas partes contratantes estrechar más y más los vínculos y empeños que unen, y deben unir ambas Provincias en una federación y alianza indisoluble, se obliga cada una por la suya no solo a conservar y cultivar una sincera, sólida y perpetua amistad, sino también de auxiliarse y cooperar mutua y eficazmente con todo género de auxilios según permitan las circunstancias de cada una, toda vez que lo demande el sagrado fin de aniquilar y destruir cualquier Enemigo que intente oponerse a los progresos de nuestra justa Causa, y común Libertad; en fe de todo lo cual con las más sinceras protestas de que estos estrechos vínculos unirán siempre en dulce confraternidad a esta Provincia del Paraguay, y las demás del Río de la Plata, haciendo a este efecto entrega de los poderes insinuados, firmamos esta Acta por duplicado con los respectivos Secretarios, para que cada parte conserve la suya a los fines consiguientes. Fechado en esta Ciudad de la Asunción del Paraguay a doce de octubre de mil ochocientos once.

Fulgencio Yegros – Doctor José Gaspar de Francia – Manuel Belgrano – Pedro Juan Cavallero – Doctor Vicente Anastacio de Echevarría – Fernando de la Mora, vocal secretario – Pedro Feliciano de Cavia, secretario.

ARTÍCULO ADICIONAL
AL TRATADO DE 12 DE OCTUBRE DE 1811 ENTRE LA JUNTA GUBERNATIVA DEL PARAGUAY Y LA DE BUENOS AIRES
Aunque por el Artículo segundo del Tratado, concluido y firmado este día, se dispone que la Exma. Junta podrá establecer algún moderado impuesto, en caso urgente, a la introducción de los frutos de esta Provincia del Paraguay en Buenos Aires; declaramos, conforme a lo convenido, al propio tiempo que esta imposición haya de ser un real y medio por tercio de yerba, y otro real y medio por arroba de Tabaco, y no más, hasta tanto que en el Congreso General de las Provincias, sin perjuicios de los derechos de esta del Paraguay, se arregle la imposición que por razón de dicha entrada deba pertenecer en lo sucesivo, debiendo esta declaración tener la misma fuerza, vigor y cumplimiento que los demás artículos del enunciado tratado. Y para que conste firmamos por separado (Artículo separado) en la Asunción del Paraguay a doce de Octubre de mil ochocientos once.
Fulgencio Yegros – Doctor José Gaspar de Francia – Manuel Belgrano – Pedro Juan Cavallero – Doctor Vicente Anastacio de Echevarría – Fernando de la Mora, Vocal secretario – Pedro Feliciano de Cavia, Secretario.

Fuente: Biblioteca de Mayo, Tomo 14, "Guerra de la Independencia", pp. 12.563/12.565. Edición Senado de la Nación, Buenos Aires, 1963.

martes, 10 de marzo de 2009

Del Futuro

(Extracto de un discurso pronunciado en la UNLaM el 28/10/2007)


Tantas cosas pueden ser evocadas en tan pocas palabras. El futuro configura a veces una promesa, otras una posibilidad, tal vez una alegoría, pero pocos podrían afirmar que es una certeza despojada de toda incertidumbre. Cuando los jóvenes empezamos a pensar en el futuro, ¿que es aquello que salta primeramente a nuestra imaginación?, nuestras cabezas pobladas de canas, tal vez. En las dimensiones mas individuales, por ende mas pequeñas y limitadas a pocas décadas, esto seria lo natural, puesto que cada uno esta conciente de su finitud y de aquello que conlleva alejarse del mediodía existencial. Pero, como sería pensar en el futuro, desde esa perspectiva absoluta, en la que los nombres de los individuos se disuelven para conformar una entidad mucho mayor, cuando dejamos de tener en cuenta la sucesión de los días y semanas, y las realidades son contadas en medidas de lustros, décadas, de siglos.
En pocas palabras, ¿Cómo la misma Argentina, piensa en su futuro?.
Falta tan poco para que sea celebrado el Segundo Centenario. En aquellos tiempos pretéritos, en los cuales el peso de la infamia podía percibirse en el aire mismo, nuestros padres no tenían ante sus ojos siquiera un espejismo de lo que podría llegar a ser esa tierra sobre la que sus pies se apoyaban, aunque estaban concientes de lo que seria si sus actos reflejaban flaqueza. Tal vez solo barro, o piedra tosca, quizá mármol, nacerían de sus hechos. Pero fuese lo mas suntuoso o simple, no podría ser hermoso si no tuviere la bendición de la Libertad. Y dicha bendición, solo es dable si a la Divinidad le son ofrecidas los despojos infames de las cadenas destrozadas. Y ciertamente nuestros padres, hicieron esas ofrendas, aunque debieran también entregar sus vidas en ese holocausto en pos de un mañana. De un futuro tal vez duro, pero siendo libre, siendo de sus hijos, tan bello...
Ciertamente pocas son las naciones que pueden arrogarse los prístinos laureles que engalanan a sus grandes hijos. ¿Qué fue aquello que impulso a tantos hombres, a transponer las fronteras de roca, a las infinitas soledades del agua?. Los estandartes de los libres, en que se ven el radiante Sol del sur; han ondeado vigorosos en lo mas alto de las fortalezas inexpugnables, en que se cimentaban los anhelos de eternidad de la Tiranía, se ha reflejado en los mares de cada confín del orbe, en los que otrora el despotismo se creía seguro. De los labios de los hijos de esta noble tierra, pueblos enteros han oído esa sacra palabra.
Quienes pueden levantar su voz, y proclamar a los cuatro vientos sin temor alguno; que por ella han caído desde el tosco soldado, nacido en los llanos, hasta el general cuyo linaje asciende a generaciones incontables; ambos hermanados en el combate, ambos ya iguales en su dignidad. ¡Obstinada prole!, desafiando las distancias y el candente acero, avanzando imparables sin importarles el retorno, exhalando su ultimo aliento pensando tal vez en el futuro de sus hijos. ¡Bravos americanos!, sembrando con su propia sangre lejanas tierras, para que en ellas se irguiesen portentosas, las esplendentes mieses de la Libertad.
¿Por que?. Estando nosotros aquí, ¿acaso hace falta respuesta más elocuente que tan solo vernos entre nosotros?.
Nunca faltaran quienes consideren que el sacrificio elevadísimo de nuestros magnos padres, fue inicuo. No faltaran quienes aseveren que el futuro por los que ellos dieron la vida a cambio, ha perecido. Pero a pesar de las vicisitudes por las cuales esta Nación ha atravesado, aquellas duras pruebas que signaron a generaciones enteras, no han podido acabar con esa esperanza nacida hace casi dos siglos. Los hijos de esta gran nación pueden gritar al mundo entero: ¡aquí estamos!. ¡Estamos!, los que quebrantamos el Callao; ¡estamos!, los que vencimos flotas invictas; ¡estamos!, los que miraron a los poderes mas grandes de la historia y los retamos.
Aquí estamos, hablando del futuro, sumergiéndonos en el pasado. Contradictorio de alguna manera, si se considera que el pasado y el futuro se contraponen y se excluyen. Pero acaso, ¿no somos un futuro cierto, para aquellos que nos precedieron?. Así, para intentar comprender lo que nos depara el devenir, no es tan descabellada esta vía.
Aprendamos del ejemplo de nuestros ilustres padres, mantengámonos siempre altivos, pues somos hijos de la misma Madre que engendro a tantos héroes. Firmes en los principios que son lábaro indiscutible de la grandeza y la virtud. Sapientes de los hechos de nuestros antepasados, procuremos emular la entereza desde todos los sitiales de nuestra vida, desde el más humilde al más enaltecido, porque todos son nobles al ser libres. Ya no es necesario empuñar los armas, pero ahora es más necesario que nunca empuñar fuertemente los ideales que emanan de las letras brillantes escritas por nuestros mayores.
Que en el siguiente Centenario, el Tercero, aquellos que lo celebren tengan más motivos para enaltecer a su Patria que los que ahora tenemos, que no necesiten remontarse demasiado para encontrar motivos de inspiración para sus faenas y sus vidas. Que sus corazones palpiten con mayor intensidad, al saberse hijos de la Argentina.
La incertidumbre puede ser grande, como oscura puede ser la noche. Pero nunca habrá penumbra tan intensa que devore la misma luz de la alborada. Podrá ser largo el reinado de las sombras , pero siempre acaba.
Seamos obstinados y altivos, que el sol que vean nuestros hijos sea más radiante que ninguno. Así saldaremos la deuda enorme que tenemos con nuestros padres; y nuestro andar sobre esta tierra, no habrá sido en vano.