sábado, 24 de enero de 2009

20 de Noviembre de 1845 (Poesía)



Escuchen bien, amigos míos, ahora les he de contar
Lo que me ha sucedido hace mucho tiempo atrás
Están cansados mis ojos mas mi memoria sigue lozana,
Aun más cuando las palabras eran de un paisano arrogante.

Venia camino del norte con mis carretas cargadas,
Me aleje de la senda, solo y anduve por largas horas
Rumores extraños recorrían esos parajes, me atraían.
Hasta que a lo lejos vi un jinete corriendo raudo,
Vestido de fuerte grana, iba como el mismo viento
No sé porque pero lo seguí,¡ no lo podía alcanzar!
Hasta que el mismo percibió mi presencia y volteo
Apenas parpadee dos veces y ya lo tenia en frente.

Dígame que ha pasado, compadre - le pregunte-
Desde lejos se oye un gran entrevero, paisano, dígame
Que entuerto aconteció?, porque los cañones rugen
solo cuando hay provocación.

Se viene de los pagos del norte – respondió-
por su tonada es sencillo adivinarlo, desde muchas leguas
pero no es tanta la distancia cuando del honor se trata,
¿acaso no ha sabido que barcos extranjeros
han venido de la Europa a bloquear el puerto?
Una poderosa flota fue enviada a remontar nuestro Paraná,
¿para que?, para procurar comercio!.
Les tendimos gruesas cadenas por el paso,
querían pasar los necios sin pedirnos permiso,
¡como si en esta tierra mandasen sus banderas!
pero muy caro pagaron su osadía,
desde la costa respondieron las baterías de Mansilla.

Ah!, amigo, debería haber visto esa faena
sucios de pólvora, bajo una tormenta de balas enemigas,
nuestros soldados no cejaban, ante cada estallido cercano
redoblaban el fervor, respondiendo altaneros
con un ronco resplandor. Muchas cosas hermosas
he visto en mis años, señor, pero el tremolar
de nuestra azul y blanca, en este día no admite
comparación: briosa y sublime bajo el sol,
engalanada con el viril punzo, desafiante,
llamaba a las aguas y a la misma arena, al combate.
Pueden encontrar los doctos palabras mejores
Pero estos momentos desbordaran cualquier evocación.
Al hablar, amigo mío, mi corazón se oprime, de felicidad y rabia.
Solamente el orgullo anima mis exhaustos miembros,
disculpe, pero debo marcharme, soy un mensajero,
que a los superiores debe dar el parte.
Hágame un favor, puesto que usted es un amigo,
a los pueblos por los que pase, repítales lo que de mis labios ha oído.

Y remate con estas palabras hasta que se hagan otras:
¡Los engreídos han roto las cadenas!
¡Nuestros cañones van ya en su persecución!
No dejaran de ver nuestro pendón en la orilla,
¡Ni de sentir nuestros proyectiles hiriendo sus flancos!
¡No descansaremos hasta enjugar esta afrenta!
¡Ahora en el Paraná arden nuestras almas y fluye nuestra sangre!


En memoria de ese valeroso hombre, relato esto una y otra vez
siempre que alguien quiera escuchar, lo habré de repetir
Porque grande es la cuenta que a él debo de pagar,
¡Por esas horas de dignidad y gloria ni una vida ha de alcanzar!

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