domingo, 1 de mayo de 2011

Aquí se viene a estudiar...

Carta Abierta al Secretario General
de La Universidad Nacional de La Matanza
Sr. José Paquéz

Los sucesos del 28 de abril pasado son una muestra fehaciente del régimen de cosas a la cual somos sometidos los estudiantes de la Universidad Nacional de La Matanza. Ciertamente oír argumentaciones tan falaces provenientes de una elevada autoridad de la Universidad como el Sr. José Paquéz (pues tras lo ocurrido inclusive el titulo académico que ostenta queda en entredicho), secretario general de la misma, proferidas con una arrogancia propia de estupidos que no tienen conciencia de su propia estupidez, no solo son causa para el estupor, sino especialmente para la vergüenza. ¿Cómo es posible que sujetos tan limitados lleguen hasta un lugar como ese dentro de una Institución cuyo lema es “el camino a la excelencia”?, ¿o cual es la excelencia que se busca realmente, la de la mediocridad o la de los negociados rentables?.

“Aquí se viene a estudiar” – decía con firmeza el Sr. Paquéz-. ¿Pero que es estudiar para Usted, Sr. Secretario?, ¿repetir una y otra vez aquello que los docentes dan por bueno y justo?, ¿desea convertirnos en otros tantos perros de Pavlov?. ¿O será que estudiar es otra cosa?, ¡pensar acaso! Pero por favor, no se aterre ante esa palabra, que es la que mejor caracteriza al ser humano, o por lo menos a la mayoría que se precia de dicha condición. Si a la Universidad se va a estudiar, por favor empiece por usted mismo Sr. Secretario, que haberlo escuchado durante apenas un rato ya me dio la pauta de que Usted utiliza mocasines porque es incapaz de atarse los cordones de los zapatos.

La Política, Sr. Paquéz, es el instrumento por el cual se resuelven los conflictos en Democracia. ¿Conoce lo que significa la palabra Democracia Sr. Paquez?, y es mas, ¿conoce lo que implica?, pues que nadie puede erigirse en supremo censor de los demás, porque todos poseemos los mismos derechos y las mismas obligaciones, entre tantas cosas. ¡Y también que personas como Usted no son jueces que decidan sobre aquello en los que los estudiantes debamos creer! Sin Política lo que existe es Policía, si tomamos a Jacques Ranciére, entonces si no hay espacio para la política en el ámbito universitario, lo que Usted busca es que sea la Policía la que recorra los pasillos de nuestra Casa de Estudios.

Sr. Secretario, si lo que Usted anhela es crear una generación de profesionales cuyo único fin existencial sea poder mudarse a un Country e ir de vacaciones a Europa, puede hacerlo tranquilamente, buscando inversores y haciendo su propia Universidad; no usurpando una Universidad Nacional, cuyo fin no es otro que forjar ciudadanos y ciudadanas que sirvan a su Comunidad y que por esa vía contribuyan al engrandecimiento de nuestra Argentina. ¡La Universidad solo es propiedad del Pueblo y de sus hijos, jamás de los caprichos de algún infatuado!

Puede prohibir lo que se le antoje, Sr. Secretario, así brinda mas muestras de su naturaleza al resto del universo que gira en torno suyo, ¡y nada mas en torno suyo! Prohíbanos pensar. Seguiremos pensando. Prohíbanos hacer política. Seguiremos haciendo política. Prohíbase ser un estupido pusilánime. ¡Y seguirá siendo un estupido, aunque tal vez aun mas pusilánime! ¿Sabia Usted que hace casi 600 años el Rector de la Universidad de Praga fue quemado en la hoguera por pensar distinto?, y hoy en día todos recordamos a Jan Hus, ¿pero quien se acuerda de su verdugo? Piense en ello, si es que queda alguna fibra pensante en su ser, porque allí se encuentra la clave de su futuro.

Sr. Paquéz, los regimenes de oprobio caen mas rápido de lo que sus camarillas dirigentes crean. Y cuando el suyo caiga, el estruendo de esa caída dará cuenta de la entidad de todas las infamias cometidas por su sórdida mediocridad.

Y los estudiantes borraremos, con sumo placer, su nombre de la historia de nuestra Universidad como si nunca la hubiera manchado.

martes, 1 de febrero de 2011

Dos Febreros

Los meses tórridos son los que utilizamos para descansar tras meses de diversas faenas, y en los cuales el letargo pareciera apoderarse de todos los ámbitos, como si la realidad aguardase el momento en que regresamos a nuestras rutinas para caer sobre nosotros con todo su peso. Pero los grandes hechos de nuestra Historia no respetan en absoluto lo que se ha establecido en la modernidad como una regla no escrita. Grandes fueron los sucesos que marcaron nuestro destino con un sello indeleble, que se dieron en un mes tan caluroso como el de febrero, de los cuales el que escribe estas líneas ha elegido dos, por ser eventos cuya intensidad supera con facilidad cualquier paroxismo climático, aunque de signos diametralmente opuestos, ambos son dignos de ser pensados.

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1852

El 3 de Febrero de ese aciago año, las fuerzas del Ejercito Grande, comandadas por Justo José de Urquiza, se enfrentan a las tropas federales en las afueras de la ciudad de Buenos Aires, en Caseros. Sin gran esfuerzo, y con pocas bajas, los “constitucionalistas” vencieron. Las muertes vendrían después, con los fusilamientos sumarios, a la par de las proscripciones y confiscaciones, cebándose todas estas con los miembros de un solo bando, el cual había mantenido incólume la independencia de la Nación cuando las potencias mas grandes del mundo pretendían sojuzgarla.

En los viejos manuales escolares, y en los no tan viejos también, se nombra a esta Batalla como el final de la Tiranía. En aras de una Libertad más hipotética que real, los partidarios de la Organización Nacional no tuvieron problema alguno en aliarse con una monarquía como la que imperaba en el Brasil[1] de entonces. ¡Espectáculo cruel en verdad, esclavos fungiendo de soldados de la libertad de otros pueblos, peleando solo por la promesa de una manumisión!, ¡terrible ironía la de salvar a la propia Patria recurriendo a ejércitos extranjeros!.

Con la caída de Juan Manuel de Rosas, la Argentina pierde el protagonismo que hasta ese entonces había detentado en el devenir de la historia americana. Se cierra una etapa que entronca directamente con nuestra historia y con los hechos de los grandes hombres y mujeres que forjaron la naciente Republica con su esfuerzo y con su sangre. La Unidad Nacional fue una de las victimas de la “victoria” urquicista: pocos meses después, el 11 de septiembre para ser precisos, en la ciudad de Buenos Aires estalla una revolución y toda la Provincia se separa del resto de la Confederación; mandando al diablo todas las arengas de devoción y de agradecimiento que los unitarios que integraron el Ejercito Grande, habían dado al General vencedor. Así Buenos Aires será la primera en dar las espaldas a América, y con el correr de los años haría que las demás Provincias también lo hicieran, mediante la intervención armada, los sobornos y los asesinatos más atroces. La París de las Pampas había nacido después de mucho tiempo, traicionando la esencia de la Argentina, intentando cubrir lo vergonzante de su origen[2] con mármoles y bronces.

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1946

Tras largas décadas de exiguos avances y tremendos retrocesos, finalmente el pueblo argentino logro ir a las urnas a hacer ejercicio de sus derechos cívicos más elementales. El 24 de Febrero de 1946, algunos meses tras las jornadas épicas que hallaron su corolario en el 17 de Octubre, los ciudadanos pudieron expresarse y dar la victoria a un hombre en el cual hallaron los atributos necesarios para la magna tarea de reconstruir una Nación sobre sus autenticas bases.

Mas del 50% de los electores dieron su apoyo a Juan Domingo Perón, a pesar de la encarnizada oposición de todos los partidos políticos significativos en aquella época, como así también de la desembozada intromisión de diplomáticos extranjeros en asuntos que solo conciernen a la Argentina y su pueblo. La derrota que supuso Caseros un siglo atrás, se veía compensada por la esplendida victoria obtenida en una contienda cívica, retomando la senda que había sido abandonada.

Aquello que había iniciado como una posibilidad y como intentos encaminados hacia la prosecución de unos ideales que no eran compartidos por la elites que hasta hace muy poco sostenían con firmeza las riendas de los asuntos de Estado, de pronto se vio refrendado de una manera contundente por millones de individuos, que desde sus lugares habían podido vislumbrar acertadamente que el camino por el cual empezaban a transitar era el correcto. Y ello no se vio defraudado, porque al poco tiempo se sucedían medidas como la de legalizar el Sufragio Femenino, o de suprimir los aranceles universitarios, para que la igualdad reinase de una forma autentica, lejos de ser otro mero recurso retórico.

Argentina volvió la vista hacia su propio ser y esencia. Nuevamente era América el marco en cual nuestra historia debía desenvolverse, y los cuatro rincones de nuestra patria comenzaron a palpitar en función de aquella certeza y convicción. En ese sentido, el esbozo contenido en el ABC[3] refleja fielmente la orientación dada por el gobierno peronista a su política exterior, en búsqueda de la conformación de un sólido bloque económico, político y social, que se presentaba como imperativo histórico ineludible para lograr contrarrestar el poderío que las superpotencias emergentes de la Segunda Guerra Mundial harían sentir en sus respectivas zonas de influencia. Y ni hablar de la política industrialista, ni de las conquistas laborales, ni el elevamiento de los estándares de vida en general, ni el fomento a la ciencia y a la investigación, ni de otros logros que ni siquiera los fusilamientos pudieron ocultar.

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Una derrota y una victoria, en el mismo mes, aunque con casi un siglo de diferencia. Los protagonistas de ambas fueron intitulados “tiranos” por sus enemigos y el escarnio se esgrimió con inusitada violencia sobre sus nombres. Aunque las masas populares no podían ocultar su gran afecto hacia ambos, sin importar el cúmulo de invectivas que unos pocos precipitaban hacia ellos. La venganza pudo arrancar al primero del corazón del pueblo argentino, pero no logro destruir las raíces de orgullo que habían calado muy hondo en esta tierra. Esas raíces pudieron fructificar nuevamente tras décadas de espera, sirviendo de fuertes bases para aquello que haría el segundo. Y por ello los infames ya no pudieron arrancar de las entrañas de la Historia argentina al segundo Restaurador del Orgullo Nacional, mejor conocido como Juan Domingo Perón.

(Y si nuestra Generación ha tenido la oportunidad de haber visto al tercero, eso solo podrá determinarlo el devenir… Y el devenir depende de nosotros.)



[1] "Las gentes de las campañas no veían más que el hecho inaudito de la invasión del Imperio del Brasil y rodeaban a Rosas en quien personificaban la salvación de la patria.”(Adolfo Saldías, Historia de la Confederación Argentina. t.III. p.345. Eudeba.Bs.As.1978)

[2] Se me caía la cara de vergüenza al oírle a aquel Enviado (El de Brasil) referir la irritante escena, y los comentarios: "¡Sí, los millones con que hemos tenido que comprarlo para derrocar a Rosas! Todavía después de entrar a Buenos Aires quería que le diese los cien mil duros mensuales, mientras oscurecía el brillo de nuestras armas en Monte Caseros para atribuirse él solo los honores de la victoria."
(
Domingo Faustino Sarmiento. Carta de Yungay, 13 de octubre de 1852)

[3] Proyecto de unidad regional, que comprendía inicialmente a la Argentina, Brasil y Chile, dadas las coincidencias entre las políticas seguidas por los presidentes Perón, Vargas e Ibáñez.

jueves, 11 de febrero de 2010

Recuerdos de Febrero (o lineas inconclusas de algún argentino)

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Cuando los años transcurren en la vida de los hombres, los hechos en los que estos tuvieron parte adquieren nuevos matices, gracias al prisma que es otorgado no tan solo por aquellos actos en si mismos, sino más bien por los efectos que estos han causado a través del tiempo. Bueno, por lo menos eso ocurre en aquellas almas que además de observar el devenir con sus ojos, también lo puede sentir en lo profundo del alma.

Ahora que mi propia existencia ha alcanzado la madurez necesaria para comprender palabras como las que me había obsequiado mi padre poco antes de partir a la eternidad, me veo maravillado por esa sabiduría tan poco tenida en cuenta en los claustros académicos, y que se abreva de la misma tierra que pisa día tras día. Y afirmar semejante cosa no es en verdad muy sencilla en individuos como yo, que han dedicado su vida a la razón y a las virtudes contenidas en los templos minervales.

Era 1916 cuando mi padre pudo observar los últimos ocasos de este hermoso cielo, antes del suyo. Y un cálido día de febrero, el 2 para ser preciso, al atardecer, fui a visitarlo para conversar un rato con él, como siempre acostumbraba. Estaba sentado cómodamente en una silla bajo el gran ventanal de su habitación, que daba a la calle. Había otra silla dispuesta a su lado, precaviendo mi llegada, con un ademan me invito a acompañarlo, y sin siquiera saludarle con el ritual de rigor, empezó a mover los labios Él poseía un carácter lacónico y enigmático en cierta forma, pues nunca opinaba sobre sucesos políticos, desde que tengo memoria, pero su lucidez se mantuvo hasta sus momentos finales de manera asombrosa, y contrariando todas sus costumbres, me empezó a hablar sobre el pasado mas allá de las simples anécdotas hogareñas.
-“El 2 de Febrero mi Cuerpo dejaba Santos Lugares, y se dirigió hacia el Palomar”- Musito lentamente mientras miraba hacia el sol que se ocultaba en el horizonte. Y yo solo pude asombrarme, pues era algo de lo que jamas me había enterado ni creído remotamente posible. Además esa fecha solo me sugería una cosa, y en mi mente se configuraba una sentencia bastante clara y poderosa: Al día siguiente cayo el Tirano.

-“Supongo que estarás pensando en la Tiranía, ¿no es así?”, dijo mientras me fulmino con esos ojos cansados que aun mostraban una firmeza abrumadora. Y yo solo atine a negar tal cosa, mientras le pedía que siga con sus relato, intentando trocar esa solicitud en una discreta disculpa.
-“La dureza en los manejos pueden ser criticados siempre, no así el sentido de los mismos. Si Rosas se comporto de maneras tan terribles fue porque todas las otras alternativas le habían sido negadas. Pero estoy seguro que no era el odio lo que manejaba su mano ni su voluntad, sino sentimientos muy distintos a ese.” Y al terminar esa larga frase, suspiro como si se hubiera sacado un peso de encima.

Y el asombro solo crecía desde lo profundo de mi pecho. Él debía de ser muy joven en el 52, no podía haber participado en ese régimen de oprobio de ninguna manera.

“¿Sabe?, yo servia en la Artillería en aquel año, y estuve en Caseros. Esto es algo que siempre intente ocultar, por la seguridad de toda nuestra familia. En aquellos años, posteriores a la derrota de la Barbarie, los fusilamientos eran moneda corriente, y la horca se llevo a mas de uno cuyo delito fue servir a la Patria. El que nos mandaba en aquella batalla era Chilavert, ¡un unitario!, pero antes que eso, era un argentino. La faena fue dura al pie de los cañones, y se prolongo por horas. Cargamos con todo lo que teníamos, hasta con las piedras y la propia munición del enemigo. Apenas era un poco mas joven que Usted, hijo mío, y estaba sucio de pólvora, pero mis miembros no sentían el cansancio. Hasta que nos quedamos sin nada que poder usar para seguir con el fuego, Y yo, iracundo, vocifere hacia el primer oficial que pude ver, lo mucho que lamentaba que mi corazón no fuese de piedra o de plomo, porque con gusto lo sacaría de mis entrañas para usarlo de proyectil. Y el oficial, me observo extrañado y se puso a reír. Era el mismo Chilavert. El saco un cigarro de entre sus ropas, y lo encendió, ordenándome que fuera a ver si podía encontrar algo mas que mi corazón para proseguir con el cañoneo, en la Intendencia. Hice un saludo y corrí a toda prisa, ya que sabia que la dilación era la derrota. Escuche que me decía: “Cuidese, hijo”, y eso produjo que acelerara el paso. Pero los demás estaban retrocediendo a mí alrededor, y en el lugar en que se encontraba la Intendencia, no encontré nada. Intente volver a la batería, pero a lo lejos pude percatarme que el fuego había cesado en ese sector, aquel silencio me angustio, pero cuando divise al Coronel entregando sus armas a otro oficial, el pesar me inundo por completo. Todo estaba perdido aquel día, y escape junto con los otros.”

Callo finalmente, y me tomo de la mano, con fuerza, como si le misma juventud le retornase a la medida que avanzaba aquel relato, y me pidió que buscara un libro negro con letras plateadas que estaba entre sus papeles, en el pequeño lugar de su habitación que fungía de estudio. Lo encontré entre una pila de cartas y de periódicos, y pude ver los símbolos de la religión grabados en su lomo. Era una Biblia.

Se la lleve y quise entregársela, pero me indico que la abriera en la pagina que estaba marcada con un extraño objeto de tela. La pagina correspondía al evangelio de San Mateo, los versículos que trataban sobre la traición de Judas estaba marcados. No entendí aquello, hasta que me percate que lo que fungía de marcador, no era un simple pedazo de tela, sino una divisa color punzó, con la inscripción federal aun nítida, a pesar del tiempo que había estado guardada.
“Yo no pude pelear mas, pero nunca fui un traidor”, comenzó a hablar nuevamente, pero con una voz tonante que parecía intentar desgarrar las nubes. “Los principios y la moral que os he enseñado conforman una esencia a la que ni mil batallas podrían llegar a destruir. Recordar, recordar, siempre recordar lo que fuimos es la mejor herencia que los viejos podemos legarles a nuestros descendientes. Con la Constitución no se pudo comprar la dignidad que supimos obtener con nuestra sangre. La Tiranía, a pesar de ser Tiranía, no se doblego ante nadie ni ante nada. Eramos pocos, eramos pobres, apenas podíamos leer y escribir algunos, pero eramos libres.
Falta poco para que parta de este mundo, pero en manos como las tuyas quedara la tarea enorme de la Regeneración de nuestra Patria. Y si recuerdas todo lo que he dicho ahora, una batalla ya se habrá ganado. Quedaran muchas por pelear, pero lo harás con decisión y valentía si recuerdas, solo si recuerdas, porque en esos recuerdos esta nuestra esencia, nuestro espíritu, nuestra alma.”

Quede absorto con esas ultimas palabras, que a pesar de ser tan simples fueron a la vez muy intensas. Nunca había creído a mi padre capaz de hacer un discurso semejante, repleto de un ardor inconmensurable, puesto que siempre fue apacible, casi en un grado monacal. No dijimos nada mas, y vimos juntos como las primeras estrellas iban floreciendo en el cielo nocturno. Nos avisaron que la cena estaba servida, y fuimos en silencio, mientras intentaba apaciguar el remolino de emociones que se agitaban en mi interior, mi padre parecía esperar la pregunta que indudablemente haría yo para romper el mutismo. Hasta que la hice antes del ultimo bocado:

- ¿Qué te parece Yrigoyen?, y algo tan desentonado provoco una mirada de paternal ternura.
- Es el sobrino de Alem. Es un criollo de buena cepa federal. Será un buen presidente. Aunque aun falta. Creo que es como el Bautista, que anuncia al que vendrá. Así respondió, y nos pusimos a conversar sobre todo aquello que estuvo oculto por tanto tiempo.

Los hechos de la Nación han confirmado esas palabras de una manera excepcional. La clarividencia de los que piensan y sienten como lo hacia mi padre han puesto en las manos de un hombre la tarea titánica de la Regeneración. Por fortuna, la gracia de la edad me ha develado muchas de las palabras de ese ser tan caro a mis sentimientos, por lo cual le estoy agradecido eternamente. Y así como el nunca fue un traidor, yo tampoco lo seré, y su memoria permanecerá viva en los hechos de mi propia existencia. Esa es una de causas que me lleva a escribir estas humildes líneas, para que el recuerdo permanezca a pesar de todo.

A Dios gracias porque el día de hoy no es un día de Febrero. Ya escucho gente marchando por la calle, cantando. Llevan banderas argentinas, y van hacia la orgullosa Buenos Aires, como en el siglo pasado; aunque sin los caballos, lo hacen con el mismo poderío. El saco y la corbata estarán de mas en este día. No puedo escribir mas porque voy a reunirme con ellos. Voy a buscar a mi padre, y al padre de él, como a mis hijos, y a los hijos de sus hijos.

Avellaneda, 17 de Octubre de 1945
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jueves, 13 de agosto de 2009

Civilización y Barbarie

Con una persistencia propia de individuos desvariados; generaciones tras generaciones de gentes muy decentes, muy derechas, y muy humanas, han reducido todo el problema de la Argentina a esa dicotomía decimonónica, tan aplicable a las montoneras de antaño, como a los irreverentes partidarios de Yrigoyen, y después a los excesivamente pigmentados peronistas; que mil veces hicieron una entrada tumultuosa en la calma de nuestra historia, y otras mil veces fueron acallados con una intensidad que hizo dudar a los mismos civilizados acerca de la justeza de ese titulo que tan generosamente se otorgaban. Por fortuna para ellos, los bárbaros no entonaban la Marsella como era debido, o habían degustado un delicioso té de china en utensilios de porcelana; con lo cual, quedaba patentemente demostrado (para ellos) quienes representaban los valores de la Civilización, del Progreso, de la Virtud y de la Ciencia. Y así las conciencias del patriciado quedaron tan impolutas a pesar de los envenenamientos, degüellos, fusilamientos y mutilaciones, prodigadas febrilmente tanto en un siglo como en el siguiente. Cuando Lavalle mando a fusilar al Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Don Manuel Dorrego, ni siquiera le permitio un minuto de su tiempo para escucharle, a pesar de que se trataba del legitimo gobernante de una provincia argentina, elegido por la Legislatura y no impuesto por las bayonetas. Mas de un siglo transcurrió desde ese entonces, y cuando la esposa del General Valle fuera a implorar la indulgencia de Aramburu, tampoco se digno a escucharla, porque este ordeno que se lo dejase dormir plácidamente. Otro fusilamiento. Pero era otro bárbaro, y por ende, era simple justicia. Tanto en Navarro como en la Penitenciaria Nacional, la causa de la Civilización se mostró ante todos en su faz autentica y pura, sin los adornos de bronce con que tanto pretende acicalarse, y sin las altisonantes frases de perfecta métrica que fungen de estribillos en su marcha triunfal.

Una de esas frases estruendosas, aunque tan larga que fue necesario reunir muchas paginas a las que algunos podrían llamar libro, fue alumbrada hace pocos días, y se convirtió en un éxito de ventas. Me refiero al nuevo engendro del gran Marcos Aguinis, al cual le han dado la palmada de bienvenida unas manitas regordetas y sonrosadas, como es debido. Nunca podrán ser encontradas tantas invectivas en tan poco espacio físico, algo realmente sorprendente y que haría pensar en una nueva especie dentro de la literatura: el libelismo mágico, que no solo distorsiona las dimensiones del papel impreso, sino también la historia y toda la realidad en pos de un solo objetivo, que no es otro que denostar la nueva barbarie, que por ser nueva no deja de ser menos barbara. El inefable Aguinis, predilecto por aquellos militantes del mediopelo, a los que Coelho les parece insuficiente, aunque no menos interesante por cierto, nos demuestra nuevamente con un despliegue hilarante de fraseología insubstancial, que la Argentina merece ser borrada de la faz del mundo cuanto antes, y solamente para bien de sus propios habitantes. Todo lo pasado, en su cosmovision billikeniana, es el summun de la humana excelencia. Delirando aun con los granos hinchiendo los barcos en el puerto, extasiándose con la recepción orgiástica hecha a una infanta española en el Centenario, llorando la educación que alguna vez se pudo alcanzar por obra y gracia de unos seres supranaturales, casi europeos (¡y de los buenos además!). Aunque olvidando el hambre al cual eran llevados los aparceros por la voracidad de los terratenientes, dejando de lado el magnifico quehacer del coronel Falcón echando a la calle a miles de mujeres y niños tras la huelga de inquilinos, al igual que no dándose cuenta que la universidad en aquellos hermosos años era el patrimonio particular de un puñado de familias, que coincidentemente eran los dueños de la tierra y también de las casonas. Esa Belle Époque, tan dulce para los imbeciles de siempre, que comparten la visión de superioridad como sus ancestros rivadavianos, es el ideal platónico al cual deben tender todos los esfuerzos de un Estado consciente de su rol como guardián de los intereses del Patriciado. Esa es la Patria que protegen los pluscuamperfectos idiotas latinoamericanos de la talla de Aguinis, esa Patria que no es mas que unos intereses espurios incorporados a las instituciones del Estado como dogma inmanente. Y la pluma de escritores de esta calaña, otorga a los militantes de la causa de la Civilización nuevos bríos y una falsa afirmación de su propia superioridad, y aceleran los ánimos de aquellos que tanto quisieran reproducir un nuevo Navarro, un nuevo José León Suarez, sin ningún tipo de pudor, para hacer que el aluvión zoológico se reencauce, y la paz vuelva a cubrir la Argentina toda. ¿Pero cual es esa paz tan ansiada, sino la de los sepulcros?, una paz en la que el pasto sirva de alimento a las reses, y la sangre (que es lo único que los bárbaros tenemos de humano) abone la tierra en la cual habrá de sembrarse la adorada soja.

Mientras los civilizados exhaltan a su bufón, y toman sus escritos como nuevo estandarte en su eterna lucha contra los negadores de su excelsa condición, los bárbaros seguirán construyendo la Patria verdadera, como lo hicieron en las guerras por la independencia y en la defensa de la soberanía, sin escatimar sus esfuerzos y siquiera sus vidas. Sin importar los tiempos, siempre habrá un Cepeda, en que la Argentina resurgirá a pesar de los anhelos de los civilizados en perpetuar la sujeción a esas cadenas de oro tan caras a sus sentimientos. Por mas que los embaucadores como Aguinis se esfuercen en hacer verosímiles mentiras tan atroces, sus aleteos no son suficientes para desprenderse de ese suelo cenagoso de la calumnia. Pero cabe una advertencia al pobre sujeto, por una compasión que no se puede negar a nadie: mas vale que ahorre un poco de ese dinero que esta haciendo, porque las gorditas pronto cambian de gusto, y así no solo “su patria” será pobre, sino también él mismo. Mientras los civilizados se lamentan y aguardan el momento de su posible desquite, los bárbaros seguiremos construyendo una Argentina en que la Libertad sea inherente a todos los hombres y mujeres en su plena acepción, y nunca mas la justificación de unos pocos para los crímenes más execrables.

martes, 4 de agosto de 2009

La Ultima Arenga

Al General Don Martín Miguel de Guemes,
el único general argentino que ha tenido la Gloria
de caer en combate, por nuestra Libertad

¡Oro y un doctor!, ¡que gran necedad!
¿Acaso a un patriota con ello quieren comprar?
¿Acaso no oyen a la tierra iracunda bramar?
¡Libertad!, ¡Libertad!, ¡Libertad!

Soldados de la Patria, hermanos míos,
la sangre que mana de las heridas de mi cuerpo,
abrazara esta tierra como los mismos ríos.
Mas mis oídos no soportan los delirios,
de amarga felonía, de aciaga traición,
a la cual los infatuados desean arrastrarme.
Mi alma seria incapaz de olvidar a los caídos
y por su memoria, dispuesto estoy a sucumbir,
no una, sino mil veces de ser necesario.
El acero podrá rasgar mi carne,
pero nunca podrá mellar el espíritu ardiente
que mi pecho guardara hasta el final.

¡Oro y un doctor!, ¡que gran necedad!
¿Acaso a un patriota con ello quieren comprar?
¿Acaso no oyen a la tierra iracunda bramar?
¡Libertad!, ¡Libertad!, ¡Libertad!

Soldados de la Patria, hermanos míos,
las huestes de la tiranía ocupan la ciudad,
id a ayudarla, sin demorar un minuto más.
Cubrid el cielo con el polvo de los cascos,
rasgad el viento con el ímpetu de las lanzas,
acosad a los invasores hasta en sus sueños.
Vuestro General os da su ultima orden,
y con ella su aliento y toda su devoción,
y una verdad tan esplendente como el Sol:
Mas vale bajar digno al sepulcro eterno
antes que por un instante el yugo portar.
Este hombre partirá, pero la Patria, ¡Vive!.

¡Oro y un doctor!, ¡que gran necedad!
¿Acaso a un patriota con ello quieren comprar?
¿Acaso no oyen a la tierra iracunda bramar?
¡Libertad!, ¡Libertad!, ¡Libertad!

jueves, 23 de abril de 2009

Significado del Revisionismo Histórico

El sentido común nos indica que nada sucede de manera fortuita, que un hecho no es mas que un eslabón en una cadena sucesiva de actos realizados por los hombres; y aún más, que pueden devenir en situaciones no previstas en los sueños más absurdos de los iniciadores de cualquier proceso de causas y efectos. De los buscadores de la fortuna fácil, que pretendían obtener el preciado oro a partir de metales innobles y una maraña de invocaciones, fuelles y matraces, llegamos a la concreción de una rama de la ciencia como lo es nuestra moderna Química. Y cuantas veces nos han machacado en las aulas escolares, con la parsimonia tradicional vestida de pulcro blanco, que un italiano bogando en naos españolas tratando de llegar a Catay, se topo en medio del camino con un mundo inmenso y desconocido, y murió finalmente sin conocer al Gran Khan y sin saber de dicha proeza que le daría fama inmortal.

Algo semejante, si bien en una dimensión bastante peculiar, podríamos notar en los orígenes del Revisionismo. El fundador de la escuela historiografía argentina, personaje que supo canalizar de manera sumamente inteligente el encanto irresistible que los títulos y demás preseas despiertan en los que buscan sobresalir por sus dotes con la pluma; que cimento su gloria en las propias tintas mas que en las de los otros, intentando convertir su credo político en una verdad indiscutible valiéndose de la objetividad que garantizaban recurrir a documentación (si bien la adecuada, las contradictoria no era sino pasto para las canciones de la chusma ignorante e incivil), culmino su fulgurante carrera de traiciones y crímenes, ¡oh!, excusen mi verba poco acibarada teniendo en cuenta la excelsitud de este prócer para sus sucesores, pero me es imposible ocultar mi aversión mas allá de la órbita pura y abstracta de lo académico, creando el germen de la conocida Academia Nacional de la Historia. Maniobra en verdad brillante, es preciso reconocerlo, no bastaba con adueñarse del presente sino también enseñorearse con el pasado, buscando la ansiada trascendentalidad de la realidad que la generación de los Unificadores había moldeado a su imagen y semejanza. Las leyes podrán cambiarse, no así el sustrato histórico que la sustenta, y si dicho basamento eminentemente subjetivo pudiese ser trastocado para servir de fundamento a las ideas que los ilustrados impusieron a sangre y fuego, cualquier temor que podría abrigarse en el horizonte incierto, no tendría razón de ser. El señor Bartolomé Mitre, emulando a los antiguos faraones, construyo para sí y para su casta, la gigantesca pirámide llamada Historia Oficial, cuya magnificencia bastaría para que esas masas nativas y también las venidas de mas allá de los océanos supieran que el poder de los encumbrados era tal porque así lo dictaban los hados del destino.

Pero, ¡siempre hay peros afortunadamente!, las reglas que el pensamiento liberal impuso al estudio de la Historia, fueron llevadas al extremo por un discípulo dilecto que se mostró mas papista que el mismo Papa. El cientifismo de Adolfo Saldias le impedía aborrecer con la recomendable intensidad, todos los hechos acaecidos desde el año 1828. Cuanto gloria se hubiera ganado si estudiaba algún insecto bicorne o daba a luz versos opulentos y vivaces como la clase de la cual era miembro preclaro. Se obstino y recurrió a la documentación desperdigada por los archivos oficiales y particulares, e incluso oso tocar los papeles que el “nefasto” Tirano se había llevado a Inglaterra en vez de los caudales públicos que le hubieran sido bastante mas útiles (liberalmente hablando) en su vejez. Muchas veces la verdad trasluce con maneras casi sarcásticas, y este caso es la confirmación de esta suposición. Un seguidor del maestro Mitre, blasfemaba con tan solo la aplicación inmisericorde de los preceptos inculcados por el mentor, reivindicando la Barbarie con los métodos prístinos de la Ciencia. ¡Cuan consternado debió haberse sentido el padre de la Historia Oficial, al ver que uno de sus sucesores se revelaba contra su dogma sin antes hacerlo contra su método!. En verdad, el Revisionismo nació así, como una burla cruel que los patricios porteños se propinaban a sí mismos. Aunque para evitar que esos desvaríos volvieran a repetirse, nada mejor que engalanar la “Historia” con los atuendos graves y portentosos del institucionalismo. No bastaban con los libros, que apenas al salir a la luz ya eran duramente castigados por la magnifica Historia de la Confederación Argentina de Adolfo Saldias, sino faltaban las sillas, los membretes, las publicaciones oficiales. A la pirámide mitrista le hacia falta una guardia permanente, para evitar las consabidas blasfemias a las cuales se expondría la memoria del Maestro, cuando los hombres penetrasen en sus estancias y las encontraran vacías. A la casta sacerdotal mitrista se les otorgo la propiedad de la Academia, y el poder de fulminar con sus hojas selladas cualquier atisbo de pensamiento que pudiera acabar con la ya resquebrajada deidad.

Aunque el Revisionismo pareció haber tomado una de las características del ser al cual despreciaban los civilizados, y se mostró tozudo como un gaucho. Resistiendo y abriéndose paso paulatinamente, propagándose hacia las capas populares irresistiblemente, le otorgo al Pueblo las nociones mas depuradas de aquello que nunca perdió y que siempre mantuvo aunque de una forma sentimental, casi podría decirse que subconsciente. El rigorismo academicista era seguido por los “rebeldes” como por sus pares historiadores entronizados en sus sillas, aunque perseguían fines absolutamente disimiles en sustancia. La búsqueda de la verdad histórica por parte de los revisionistas tenia por fin revitalizar a la misma nacionalidad, que así podría finalmente hallarse en condiciones de hacer por sí misma, su porvenir. En cambio, la Historia Oficial solo quería mantenerse tal cual era, puesto que el mantenimiento del statu quo era y es su fin primordial, siendo depositaria tan solo de fechas y nombres, pero soberana absoluta de los preciosos sellos en que basan su majestad. El Revisionismo entre los años 30s y 70s del siglo pasado, fue uno de los motores de los grandes cambios de la Argentina, siendo un ejemplo de lozanía, vitalidad y empuje sorprendente. En cambio los otros, siempre fueron decrépitos desde la cuna, contentándose con acariciar el báculo, fuente de su preponderancia.

Al fin y al cabo, sin desmedro de aparentar simplismo, podría decir que el significado del Revisionismo es la reivindicación de la Argentina misma. Es la reivindicación de la tierra argentina, de sus hombres y de sus ideales, por sobre las falacias absurdas cuyo único asidero real se debe buscar fuera de las fronteras de nuestra Nación. A tal punto se ha demostrado peligrosa a los intereses de la plutocracia heredera del mitrismo político, cuando no histórico, que se la ha intentado combatir recurriendo a foguear uno que otro divisionismo absolutamente infundado y pueril. El icono del revisionismo no puede ser otro mas que el Restaurador de la Leyes, no por algún remanente de soberbia portuaria, sino más acabadamente por estar reunidas en su obra – y en su lucha constante- todas aquellas cuestiones esenciales que necesitaban ser negadas por el liberalismo para erigirse triunfante. Juan Manuel de Rosas es el epitome de la Argentina naciente, joven pero orgullosa y libre, vigorosamente comprendido y secundado por los caudillos de las demás provincias argentinas, junto con el Pueblo en su conjunto, que afirmaron ante el mundo que esta Patria existía por su propia convicción y fuerza.

martes, 31 de marzo de 2009

GAUCHO



He allí el nombre del hijo dilecto
de la Pampa Inmensa y del Cielo Eterno
que en las horas de peligro y temor,
en que los corazones de tantos el miedo residió,
olvidándose de sí, concurrió al llamado de su Madre hermosa,
sin importarle la majestad ni la soberbia del enemigo.

He allí el nombre del hombre que nunca conoció de amos,
que tan solo ante Dios era capaz de doblar la cerviz,
motejado por los civilizados de salvaje, bárbaro, matrero.
Pero fueron sus brazos los que habían hecho la Independencia,
y con un poco de yerba mate, carne asada, un poncho y un facón,
sea en Salta, o en Santos Lugares, con igual porfía la defendió.

Su sangre sagrada con tanta generosidad regó esta tierra,
y bajo el Sol intenso de la Federación, floreció la Libertad
fuerte y briosa, como el rocío que la nutrió.
En cada página que hizo en la historia de nuestra Patria,
se vislumbra que de Pelayo heredo el orgullo, y del Inca la templanza.
Cargaban fervorosos a abrazar la muerte si la Victoria no era posible,
pues todo era soportable para ellos, menos cargar un yugo.

A pesar de toda la oscuridad tejida con tesón,
una existencia tan luminosa fue imposible de ocultar,
y allí esta aun esa bendita palabra, como sinónimo de bondad,
hombría, lealtad y fortaleza, o sea, de Argentinidad.
Imposible sería rememorar la gloria que los cubrió,
mas estas líneas pretenden ser portadoras de la Verdad,
y por ello, bien vale decir, que ni los fortines pudieron con ellos,
¡Habría que ser ciego para no verlos marchar aquel 17!
Y cuando la artillería derramaba su lluvia mortal,
en aquellas jornadas de Prado del Ganso,
¡Quién no los escucho arengando altaneros!

Mientras haya un argentino en esta tierra
que pueda gritar sincero ¡Viva la Patria!,
el Gaucho seguirá, porfiado, existiendo.